Levantar alas como águilas...

Jonás 1: 1,2,3

13.10.2009 08:25

"Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai diciendo: levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella, porque ha subido su maldad delante de mi. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis y descendió a Jope. y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejo de la presencia de Jehová". Jonás 1: 1,2,3.
 
En algún momento de nuestras vidas, todos deberíamos llamarnos Jonás pues como él somos desobedientes y por causa de la rebeldía enfrentamos muchos problemas. Jonás fue un profeta que recibió un mandato directo de parte de Dios. Él le ordenó que fuera a Nínive, capital de Asiria, a proclamar la Palabra de Dios porque era una ciudad donde sobreabundaba el pecado y Dios quería derramar sobre esa tierra su misericordia.

Sin embargo, Jonás desobedeció y en lugar de ir a Nínive, capital de Asiria, subió a un barco que lo llevó a Tarsis. Jonás odiaba a los asirios porque era un pueblo que se levantaba contra Israel por eso decidió huir. El profeta, varón de Dios, solo tenía que obedecer; pero, hizo lo que su razón le dijo y se metió en grandes problemas. Él pudo evitarlos obedeciendo a Dios desde un principio; las calamidades vinieron a él por causa de su rebeldía. Jonás sufrió y; sin embargo, terminó haciendo lo que Dios le había ordenado desde un principio: fue a Nínive y al escucharlo muchos asirios se arrepintieron del estilo de vida que tenían.

Así somos nosotros, igualitos a Jonás. Muchas veces pareciera que vivimos dentro de un pez, en la oscuridad más profunda, y las olas nos mueven de un lado para el otro; padecemos grandes tristezas porque somos muy cabezones, como Jonás. Dios nos habla y nos señala la dirección correcta pero nos jactamos de saberlo todo y tomamos el camino contrario. Y después de muchos tropiezos y muchas heridas volvemos al Señor, como el hijo pródigo, clamando por ayuda.

Si queremos evitar los problemas debemos atender la voz de Dios. Si conocemos su Palabra y la practicamos nos vamos a ahorrar muchas lágrimas. Dios nos ha brindado su protección y nos ha prometido que nos librará del mal si confiamos y nos refugiamos en Él. La Palabra de Dios requiere de estudio y es necesario que le dediquemos tiempo para descubrir el tesoro que encierra.

En momentos de tempestad, cuando conocemos y declaramos la Palabra, las aguas vuelven a la calma. ¡Calla y enmudece! le dijo el Señor al mar enfurecido y la tormenta terminó. Por qué meternos en problemas si Dios ya nos dijo como evitarlos? Por qué seguir los pasos de Jonás si tarde o temprano tendremos que regresar quebrantados al punto de partida? Por supuesto que no siempre el suelo estará parejo pero con Dios, a nuestro lado, la victoria es nuestra.

Que el Señor los bendiga.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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