Levantar alas como águilas...

Juan 14:15,16,17

14.10.2009 08:27

"Si me amais guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad al cual el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros". Juan 14:15,16,17
 
En esos versículos, el Señor expresa una de sus preciosas y maravillosas promesas: nos dice que no nos dejará nunca solos pues tendremos con nosotros, y para siempre, la presencia del Señor quien siempre estará atento a nuestras necesidades para brindarnos su ayuda. 

Esas Palabras las dijo Jesús después de su muerte y antes de ascender a los cielos mientras conversaba con los discípulos. Recordemos que Él resucitó y por espacio de varios días se mantuvo con sus discípulos hablándoles de la maravilla que estaba por venir: el descenso del Espíritu Santo sobre ellos.

En el cielo, Jesús tiene un lugar de privilegio, pues se encuentra a la derecha del Padre, y tiene una noble misión: la de interceder por quienes hoy claman por la presencia del Espíritu de Dios en sus vidas. El Consolador: el que aconseja, el que consuela, el que ama, el sabio, el poderoso, el que tiene autoridad para detener las embestidas del diablo, el que da la victoria estará con nosotros hasta el final. Esa es la promesa extraordinaria y la alcanzan quienes guardan en sus corazones la Palabra de Dios. 

Quienes viven en la carne, atrapados por el mundo, no tienen conocimiento de la existencia de la Promesa. Es así como muchos de ellos, verdaderamente huérfanos, han optado por el suicidio pues no han podido resistir la soledad y el peso de sus pecados. Verdaderamente, el ser humano, por si mismo,  no tiene la habilidad, ni la capacidad, ni las fuerzas suficientes para resistir las duras pruebas que, en cualquier momento, se le pueden presentar.

Solo con la ayuda del Señor es posible atravesar el desierto; solamente Él puede hacer que la lluvia caiga, en el momento preciso, sobre la tierra árida. Él conoce perfectamente las limitaciones del ser humano; por eso, nos anuncia, en su promesa, que está dispuesto a acompañarnos; pero, hay una condición: conocer y obedecer su Palabra. Él nos ha dado  libertad para escoger: o salimos seriamente lastimados en nuestro intento por vivir sin Él; o le permitimos morar en nosotros y que sea Él quien nos levante cuando las aguas de la tempestad quieran ahogarnos. ¿Usted decide? Él es paciente y lo (a) está esperando.

Que el Señor lo bendiga.

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Lilliana María Incera Villalta

lincera03@hotmail.com

San José, Costa Rica

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