Levantar alas como águilas...

Lucas 10: 38, 39 40 41, 42

25.08.2009 08:01

“Aconteció que yendo de camino entró en una aldea y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María la cual sentándose a los pies de Jesús oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres y acercándose le dijo: Señor no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?. Dile pues que me ayude. Respondió Jesús y le dijo: Marta, Marta afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria y María ha escogido la buena parte la cual nunca le será quitada”. Lucas 10: 38, 39 40 41, 42

 

Durante su Ministerio en la Tierra, Jesús se comportó como un ser humano que le gustaba compartir con los demás. Con frecuencia visitaba a los amigos como a Marta y María quienes eran hermanas de Lázaro. Los 3 eran amigos muy amados de Jesús. Durante una visita a la casa de ellos se presentó una situación de la cual podemos aprender mucho. A la llegada del Señor, Marta se desvivió por atenderlo. Probablemente arregló cuidadosamente la casa y preparó la comida que se iba a servir. Esa actitud le impidió escuchar lo que Jesús decía a los demás. Marta se fue estresando por sus múltiples ocupaciones y prácticamente le pidió al Señor que “pusiera a María a trabajar con ella”. María no estaba afanada; por el contrario, consideró que lo que era realmente importante era escuchar el mensaje del Maestro y decidió sentarse junto a Él. Jesús amaba a las 2 hermanas pero reconoció que María había hecho lo correcto pues las palabras que escuchaba serían guardadas en su corazón para siempre y serían de enorme provecho para su vida. Lo que le ocurrió a Marta es lo que nos pasa a todos nosotros. Las múltiples actividades de la vida diaria nos distraen de lo que es verdaderamente importante como es la cercanía que debemos tener con el Señor. Todos los días, debemos buscar un espacio para encontrarnos con Él; debemos dejar los afanes para aprender del Señor. Jesús amó entrañablemente a las 2 hermanas pero le agradó la actitud de María. Tratemos de imitarla, descansemos y busquemos el tiempo para leer la Palabra de Dios pues solo así escucharemos su dulce voz y seremos transformados en nuevas y mejores personas.

Que el Señor los bendiga.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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