Mateo 14: 24, 25, 26, 27

Que el Señor los bendiga en este día:

“y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos  andando sobre el mar. Y los discípulos viéndoles andar sobre el mar se turbaron diciendo: ¡un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero enseguida Jesús les habló diciendo: ¡tened ánimo, yo soy, no temáis!. Mateo 14: 24, 25, 26, 27.

Es increíble lo que le ocurría a los discípulos de Jesús. Siempre estuvieron presentes cuando Jesús realizó sus grandes milagros; nadie como ellos para creer en su poder; sabían que era el Hijo de Dios y, sin embargo, muchas veces no lo reconocieron. Cuando Jesús fue hacia ellos caminando sobre las aguas, todos gritaron de miedo; les pareció imposible que Él pudiera caminar sobre el mar y creyeron que era un fantasma. Tan solo unas horas antes, habían presenciado uno de los milagros más maravillosos de Jesucristo: cuando alimentó con 5 panes y 2 peces a 5 mil personas y además, luego llenaron 12 cestos grandes con lo que sobró. En ese momento estuvieron maravillados con el milagro pero, pasado un tiempo, se espantaron cuando vieron la otra proeza de Jesús. Muchas veces, nuestra fe es igual a la de aquellos hombres que acompañaron a Jesús durante todo su ministerio. Sabemos que para Él no hay imposibles y, sin embargo, dudamos de que nos pueda ayudar para salir avante en algunas circunstancias. Limitamos el poder de Dios con nuestra falta de fe. La palabra de Dios dice que los milagros no ocurrían cuando en la gente había incredulidad. Él lo puede todo. En el vocabulario del Señor la palabra imposible no existe. No dudemos en presentarle nuestra imposibilidad que, como dice una buena amiga, para Él es “pan comido”.

Que el Señor guarde sus entradas y salidas desde ahora y para siempre.