"E iba el rey a Gabaón porque aquel era el lugar alto principal y sacrificaba allí; mil holocaustos sacrificaba Salomón sobre aquel altar. Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños y le dijo Dios: pide lo que quieras que yo te de". 1 Reyes 3: 4.
Salomón siguió los pasos de David, su padre, y tuvo un corazón que agradó a Dios pues hizo lo recto delante de Él y vivió según sus estatutos.
Dice la Palabra que Salomón dejaba su comodidad y caminaba cientos de kilómetros para llegar a Gabaón y ahí ofrecía sacrificios a Dios. No uno ni dos sino mil. El rey amó intensamente a Dios y el Padre lo bendijo concediéndole lo que su corazón anhelaba. Esa es la relación que Dios mantiene con los hijos que se mantienen en obediencia.
Hay personas que se quejan y levantan sus voces diciendo que Dios no está con ellos. Pero, si analizan su conducta se darán cuenta que tienen un estilo de vida que, definitivamente, no agrada a Dios.
Es de esperar que Dios no tiene oídos para quienes viven en el pecado. Él no está interesado en aquellos pecadores que, cuando el agua les llega al cuello, claman a Dios como si el Señor estuviera obligado a socorrerlos en el momento en que ellos lo deciden.
Cada vez que Salomón ofrecía un sacrificio a Dios estaba adorándolo y exaltándolo. Imagínese, una y otra vez hasta mil veces. y algunos piensan que una sola oración es suficiente para capturar la atención de Dios. Dios demanda entrega, intimidad con Él todos los días Él anhela que le contemos una y otra vez nuestros problemas aunque Él ya los conoce. No se canse de invitarlo a conversar. A Él nunca le cansarán sus palabras; por el contrario, quiere observar su conducta mientras espera la bendición por la cual usted tanto ha clamado. Si persevera será clarita la voz de Dios en su oído: "pide lo que quieres que yo te de". Esas palabras están reservadas solo para los verdaderos hijos de Dios.
Que el Señor los bendiga.
Lilliana María Incera Villalta
San José, Costa Rica