Levantar alas como águilas...

Deuteronomio 26: 7, 8, 9

12.06.2009 11:25

Y clamamos a Jehová, el Dios de nuestros padres, y Jehová oyó nuestra voz y vió nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión. Y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto y con señales y con milagros. Y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Deuteronomio 26: 7, 8, 9

 

En no pocas ocasiones, nuestras vidas, se presentan como un verdadero desierto. Caminamos por una tierra seca y en ella desfallecemos. Todo es aridez, buscamos desesperadamente un oasis pero no lo hallamos; tocamos puertas que permanecen cerradas y todos nuestros intentos, por salir de los problemas, no obtienen respuesta; pero, cuando tocamos la puerta, del Reino de Dios, ésta se abre de inmediato y el grande y poderoso Dios se presenta cuando escucha nuestra súplica. Él, como el mejor de los padres, nos libera de todas las cadenas y extiende su brazo quitando obstáculos para que caminemos sin tropiezos y poco a poco salgamos de nuestro desierto. Es impresionante percibir como el desierto va quedando atrás y comenzamos a ver, delante de nosotros, una tierra pródiga que fluye “leche y miel”. Nunca perdamos la esperanza porque lo que tenemos a nuestro lado es “el amor del Padre” el cual trasciende todo pensamiento humano y nos ofrece sus milagros y proezas. Nunca dejemos de orar porque la oración abre las puertas de lo sobrenatural.

Que el Señor los bendiga.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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