Jeremías 1: 4,5

"El Señor se dirigió a mi y me dijo: antes de darte la vida, ya te había yo escogido; antes de que nacieras, ya te había yo apartado; te había destinado a ser profeta de las naciones". Jeremías 1: 4,5
 
Dios es el alfa y el omega; el principio y el final; nada le es desconocido, Él lo sabe todo. Él es el dador de la vida y para cada uno de sus hijos tiene pensamientos de bien. Como el mejor de los padres, el Señor tiene planes extraordinarios para nosotros y tarde o temprano, aunque por algún tiempo nos resistimos, Él cumplirá su voluntad y su buen propósito en nosotros. Somos muy importantes para Él porque de nosotros depende que su Palabra sea conocida en todos los rincones; tal y como se lo dijo a Jeremías, en los versículos citados, se nos ha permitido la vida para marcar la diferencia levantándonos como verdaderos profetas. Un profeta es la persona que conoce la Palabra de Dios y la suelta, con autoridad, en circunstancias determinadas, para anunciar la bendición o bien para destruir las intenciones malignas del diablo. Jeremías se asustó y consideró que era muy joven para cumplir una misión de tanta responsabilidad; sin embargo, el Señor no tomó en cuenta sus excusas y, por el contrario, confirmó los planes que tenía para él. Jeremías no lo sabía pero pronto se convertiría en uno de los grandes profetas de Dios. Desde un principio, el Señor le había advertido que siempre estaría a su lado y que no debía sentir temor de nadie. Esa fue la fuerza que le permitió a Jeremías cumplir con la misión que se le encomendó. Al igual que con Jeremías, Dios sueña con la sorprendente misión que cada uno de nosotros debe cumplir; levantémonos y profeticemos la Palabra de Dios sobre nuestras casas, familias, hijos,trabajos, compañeros, amigos, vecinos; solamente así podremos experimentar una vida diferente. Emociónese porque Dios nos está dando la tierra para conquistarla y arrebatársela a quien ha querido destruirla.

Que el Señor los bendiga.