Levantar alas como águilas...

Juan 20: 25, 26, 27, 29

01.09.2009 09:03

“Le dijeron pues los otros discípulos: al Señor hemos visto. El les dijo: si no viese en sus manos la señal de los clavos y metiere mi dedo en el lugar de los clavos y metiere mi mano en su costado, no creeré. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas….Luego dijo a Tomás: pon aquí tu dedo y mira mis manos y acerca tu mano y mételo en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. Jesús le dijo: porque me has visto Tomás creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron. Juan 20: 25, 26, 27, 29

Tomás fue un discípulo incrédulo. El no creyó cuando los otros discípulos le contaron que habían visto al Señor resucitado. Tomás limitó el poder de Dios. No creyó en la resurrección y manifestó que solo viéndolo podría creer. Jesús conocía el corazón incrédulo de Tomás y su misericordia y paciencia se hace evidente cuando visita de nuevo a los discípulos y otra vez manifiesta su poder al llegar hasta ellos aun y cuando las puertas estaban cerradas. Jesús le permitió a Tomás que tocara las heridas de sus manos y la de su costado; pero, de igual manera, le llama la atención por su incredulidad. El Señor siempre se toma el tiempo para tratar, en forma individual, a cada una de sus ovejas de acuerdo a sus necesidades. Él pudo desechar a Tomás por su incredulidad. Sin embargo, regresó, de la Casa del Padre, para conversar directamente con él. Pareciera que nuestra fe es mayor que la de Tomás pues aun y cuando no hemos visto a Jesús creemos en Él. No lo vemos con nuestros ojos naturales pero percibimos su poder y su autoridad en nuestras vidas. Por eso el se regocija y nos llama bienaventurados o benditos.

 

Que el Señor los bendiga.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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