Levantar alas como águilas...

Mateo 14: 28, 29, 30, 31, 32

20.05.2009 10:41

“Entonces le respondió Pedro y dijo: Señor si eres tu manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Él le dijo: ven. Y descendiendo Pedro de la barca andaba sobre las aguas para ir a Jesús pero al ver el fuerte viento tuvo miedo y comenzando a hundirse dio voces diciendo: Señor sálvame. Al momento Jesús extendiendo la mano asió de él y le dijo: hombre de poca fe ¿por qué dudaste? Y cuando ellos subieron a la barca se calmó el viento. Mateo 14: 28, 29, 30, 31, 32.

 

En la Palabra que compartí ayer, los discípulos, los fieles amigos de Jesús, gritaban espantados cuando vieron un fantasma caminar sobre las aguas. No lo reconocieron en su poder aun y cuando compartían con Él todo el día. Ahora es Pedro, el predilecto del Señor, quien lo reta. Jesús le responde y el discípulo, confiando, comienza a caminar sobre las aguas. Pero de repente, el fuerte viento, le hace temer, quita su mirada de Jesús y, como consecuencia, comienza a hundirse. La fe de Pedro se debilitó cuando tuvo miedo y comenzó a creer que se ahogaría. Sálvame!, comenzó a gritar. En su infinita misericordia, Jesús extiende su mano y lo sostiene.

Al igual que a Pedro, muchas veces las circunstancias que nos rodean nos comienzan a ahogar. Corremos de un lado para el otro tratando de calmar las aguas y, con frecuencia, olvidamos que basta doblar nuestras rodillas para que Él extienda su mano y nos rescate. Tenemos que ejercitar nuestra fe. A diferencia de Pedro y el resto de los amigos de Jesús, no lo vemos pero creemos firmemente que tenemos de nuestra parte a un Dios vivo que se encuentra a la derecha del trono del Padre y hoy su misión es la de interceder ante Dios a favor de nuestras súplicas. Cuando había tempestad, Jesús se levantaba y le decía a las aguas: “Calla y enmudece”. Hoy nosotros aprendemos de Él. Cuando venga a nuestras vidas la prueba tenemos que guerrear, en una verdadera batalla espiritual, y decirle a eso que nos acedia las mismas palabras que el Señor pronunció ¡calla y enmudece!.

Clamo al Señor para que aumente nuestra fe y nos forme para que seamos verdaderos guerreros espirituales y en esa batalla la principal arma es la Palabra de Dios.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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