Levantar alas como águilas...

Proverbios 3: 5,6,7,8

22.04.2010 13:34

 "Fíate de Jehová de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezara tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y apártate del mal porque será medicina a tu cuerpo y refrigerio para tus huesos". Proverbios 3: 5,6,7,8

 
En no pocas ocasiones, los seres humanos hemos creído que somos totalmente capaces de resolver nuestros propios problemas y también los de los demás; hemos creído que los conocimientos, la experiencia y nuestra propia sabiduría son suficientes para alcanzar las soluciones que nos devolverán la paz y la alegría; creemos que todo es cuestión de momentos y que no está lejano el día en que todo se resolverá. Lo cierto es que, en lugar de arreglar las cosas las hemos complicado y hasta perdido por nuestras necedades. Sin embargo, lo que es realmente importante es reconocer que debemos hacer un alto en el camino para optar por lo que realmente nos conviene. Lo que se perdió en el pasado ya quedó atrás; pero, continuamos con vida y debemos asegurarnos de que todo lo bueno que está por venir permanezca para siempre y eso no será posible si nos mantenemos con esa actitud de autosuficiencia. El Señor practicamente nos dice "majaderos" cuando, siendo tan limitados, asumimos esas actitudes prepotentes de querer solucionarlo todo. Él conoce los líos en los que estamos metidos porque Él lo sabe todo y muchas veces espera que sus hijos toquen fondo para que reaccionemos. El Señor espera ese grito desesperado de ¡auxilio! que escapa, de nuestras bocas cuando nos estamos hundiendo y en cuestión de un instante nos visita con su amor, bondad, paz, fuerza y sabiduría para arreglar los desastres que ocasionamos por ser tan cabezones o por desconocer que podemos confiar y refugiarnos en un Dios vivo que nos ama como nadie jamás podría hacerlo. El dolor y la desesperación que muchas veces experimentamos pudo evitarse si nos hubiéramos refugiado en el consejo sabio del Señor. Cada día puede ser diferente si cambiamos de actitud y en lugar de escuchar nuestra propia voz escuchamos la voz del Maestro; entonces toda esa angustia que nos aniquila y nos enferma irá desapareciendo y vendrá a nosotros la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento humano y una nueva vida se abrirá ante nosotros.

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Lilliana María Incera Villalta

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San José, Costa Rica

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