“Por tanto si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y anda, reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Mateo 5: 23, 24
Dice la Palabra que nuestras ofrendas a Dios suben hasta su trono como incienso de olor grato. Sin embargo, sabemos que Dios no tiene ninguna relación con el pecado; por eso, cuando Jesús estaba en la cruz, cargando el pecado de toda la humanidad, se le oyó decir: ¿Padre por que me has abandonado?. Antes de que nos acerquemos al Padre para alabarlo, exaltarlo o clamar por su ayuda reconciliémonos primero con nosotros mismos y con quienes tenemos algún problema. Despojémonos de todo pecado, vayamos con toda libertad a su encuentro que de Él solo recibiremos bendiciones. Pidamos con sinceridad perdón por nuestros pecados; Él se encargará de perdonarnos porque su misericordia es grande, no tiene límites, es nueva cada mañana y es para siempre.
Que el Señor los bendiga.
Lilliana María Incera Villalta
San José, Costa Rica